El Danzón


(Artículo escrito por el Prof. Daniel García Blanco, publicado el 1° de mayo de 1973 en el suplemento del periódico "El Día "La Música en México").

Sobre el año 1791 se gestó en Haití una revolución de esclavos de los centros azucareros contra los mayorales y patrones franceses que los explotaban y vejaban. Muchos de éstos emigraron hacia Cuba, entrando por la provincia de Oriente y llevaron consigo idioma, costumbres y manifestaciones artísticas.

Una de ellas, la contradanza (country dance) inglesa -adoptada en Francia en el siglo XVII con el mismo nombre, y modificada después en "cuadrilla"- se hizo presente en Cuba junto con el minuet, el rigodón. los lanceros y otros bailes del mismo origen que por cierto, no eran facilmente asimilables en la práctica popular, pues se hacía necesario contratar maestros especializados para la enseñanza y ensayos previos a la fecha en que estos bailes se ejecutaran, naturalmente con acompañamiento de orquesta de cuerdas con flauta travesera, al estilo francés.

Su origen cubano

Con el paso del tiempo, y casi un siglo después, la contradanza arraigó definitivamente en Cuba, aunque ya con características locales. Y se atribuye a don Manuel Saumeill el haber conformado la contradanza cubana a través de una de sus más deliciosas composiciones en ese género: "Los ojos de Pepa".

En 1879, un célebre músico de Matanzas, MIguel Flayde, con los elementos de la contradanza cubana en boga, dio forma definida a lo que bautizó como danzón, escribiendo el primero bajo el título de "Las alturas de Simpson", con referencia a un barrio (Simpson) de su ciudad natal.

Para entonces, la orquesta fue adquiriendo también su propio carácter local, con mayor tendencia hacia lo popular, integrándose con piano, 4 violines, una flauta, un contrabajo, un timbalito y un guayo (güiro), independientemente de la charanga que también se denominó DAnzonera Típica Cubana, integrada con clarinete, trompeta, trombón, bombardino, dos timbales y güiro, a la que muy pronto se incorporaron los violines y el contrabajo.

La estructura musical del danzón es una especie de rondó que se desarrolla bajo el esquema AB-AC-AD-AF, es decir, (A) introducción que después se torna en estribillo, (B) desarrollo del primer tema, (A) estribillo, (C) desarrollo del segundo tema, (A) estribillo, (D) ocasionalmente, desarrollo del tercer tema, (A) estribillo, poco acelerado al final que resuelve en (F) "montuno" final, ligeramente más vivo. Como en los temas B, C y D pueden acomodarse las melodías de canciones populares de cualquier nacionalidad, trozos de ópera o de piezas muy conocidas, el danzón adquiere una gran versatilidad que le permite ser fácil y francamente aceptado en diferentes ámbitos.

Es un baile cadencioso, sencillo pero elegante en sus pasos, y tiene como característica muy particular el que, de acuerdo con el medio ambiente donde se practica, y por su prolongado desarrollo musical, durante cada estribillo después del primer tema, descansan los bailadores abanicándose la cara la mujer, secándose con el pañuelo el sudor de la frente el hombre, galanteando entrambos mientras tanto.

Se conoce la simpática descripción, muy gráfica por cierto que hace un anónimo bailador al decir que "...para bailar, el hombre debe colocar el brazo izquierdo en escuadra lateral sosteniendo la mano derecha de su compañera, y luego, apoyar su propio meñique derecho extendido sobre la cuarta vértebra (de abajo p'arriba) de su pareja".

Resultaría casi imposible cuantificar los danzones cubanos que han destacado dentro y fuera de ese país, sin embargo, es "Almendra", de Abelardo Valdez el más conocido y gustado. Y es curioso señalar que habiendo sido Cuba la cuna del danzón, en los últimos tiempos tiende a desaparecer, pues se interpreta muy esporádicamente.

Entre los conjuntos musicales cubanos que en nuestros días tocan el danzón con mayor propiedad, sobresalen la Orquesta Aragón y la Orquesta de Rodrigo Pratts.

El danzón en México

En los primeros años del presente siglo, el danzón llegó a México por Veracruz y la península de Yucatán, junto con una maravillosa inmigración de cubanos que salieron de su país precisamente por las convulsiones políticas resultantes de su reciente independencia de España, la intervención de los Estados Unidos de América y la instauración poco afortunada de su primer régimen constitucional.

La música popular de las costas del Golfo de México -particularmente la de Veracruz- muy pronto se vio enriquecida con el danzón, y no fueron pocos los compositores, músicos y bailadores que se asimilaron a tan agradable género tropical, mismo que arraigo definitivamente conservando los elementos originales de estructura y ritmo -con su típico "cinquillo"- pero adquiriendo, a su vez, características locales.

La danzonera aumentó paulatinamente su dotación instrumental incorporando, en la sección de maderas: saxofones altos, saxofones tenores y, en forma muy destacada, el saxofón barítono, sin menoscabo de emplear, ocasionalmente, el sax soprano; en los metales, se aumenta el número de trompetas y trombones y se sustituye el bombardino por el figle, actualmente en desuso. Persisten violines y el contrabajo, asimismo, las percusiones básicas de los timbales y el güiro que se complementan de ordinario con claves.

Hasta la fecha, en el puerto de Veracruz goza de gran fama el barrio de "La Guaca", sobre la intersección de las calles de Manuel Doblado y 1° de Mayo, donde los jarochos bailan el danzón con mayor propiedad, hasta en la vía pública durante el Carnaval, y de continuo, en el aledaño -y no menos famoso- salón de fiestas del Sindicato de Estibadores, sin menoscabo de las exhibiciones semanales que hacen los bailadores en la Plaza de Armas acompañados por la Banda Municipal de Música.

Pero siguiendo la trayectoria del danzón hacia el interior del país, luego de haber arraigado sólidamente en las costas del Golfo, cabe señalar que el 20 de abril de 1920 se inaugura en la capital -en el edificio de la antigua panaderia de "Los Gallos" acondicionado exprofeso- sobre la calle Pensador Mexicano, lo que sería el templo del baile popular y el palacio de la música tropical por antonomasia... el tradicional y legendario Salón México -entre las 7 de la noche y el amanecer del día siguiente- de preferencia por animosa clientela populachera auténtica de "rompe y rasga", que imprimió al sitio un vibrante y peculiar ambiente muy recordado hasta ahora por quienes tuvieron oportunidad de conocerlo y en dónde, por supuesto, el danzón se mantuvo en lugar preponderante.

Son innumerables los acontecimientos, anécdotas y leyendas surgidas en el ámbito de este salón, y bien podría hacerse una compilación sería por cuanto a su contribución en el folclor urbano. Amador Pérez Torres "Dimas", compositor oaxaqueño del clásico danzón "Nereidas" y reconocido director, retirado, de bandas de música y danzoneras (por muchos años, precisamente en el Salón México), narra "...había concursos de tango, de danzón, de paso-doble y hasta de vals clásico" "...Ventura Miranda era el rey, el campeón del danzón. Las mujeres consideraban un gran honor que las tomara por pareja. Y en las Navidades, se organizaba una auténtica posada, con María y José seleccionados entre los clientes habituales, quienes llegaban en burro con un niño rubio alquilado en el vecindario del 2 de Abril y Pensador Mexicano".

Algunos parroquianos presenciales informan que "...delimitaban la categoría y condición de la clientela, tres espaciosos salones que eran conocidos, respectivamente, como "del sebo", "de la manteca" y "de la mantequilla" este último -por supuesto-, era el de mayor alcurnia dentro de la tónica general del lugar..." Y ha pasado al dominio público, aunque "Dimas" asegura que era pura vacilada, el texto del irónico letrero -colocado seguramente en el salón "del sebo"-, que advertía: "Se suplica abstenerse de arrojar colillas encendidas en el piso, para evitar que las señoritas se quemen los pies".

Al principio de los sesentas, el Salón México cerró por incosteabilidad ante una disposición gubernamental de la ciudad que restringía el horario para los centros de baile. Sin embargo, en nuestros días, son varios los salones que funcionan -con el horario del reglamento- manteniendo relativamente la tradición, muy concurridos pero sin la inolvidable característica, única del México, que en su momento, fue centro de atracción y curiosidad de propios y extraños, visitado con frecuencia por personajes famosos del medio artístico, político, deportivo y de la alta sociedad.

En 1936, el célebre compositor neoyorquino Aarón Coplan tomó el nombre de este salón de baile e inspirado en su singular ambiente, escribió una de sus más deliciosas y conocidas obras, precisamente "Salón México" aunque, curiosamente, no utilizó tema musical relacionado con el danzón y si el tema de una canción popular del siglo XIX "El mosquito".

Son numerosos los directores de danzoneras y orquestas, compositores, arreglistas y ejecutantes del género, los que han adquirido fama y prestigio gracias a los salones populares de baile capitalinos y que, en una u otra forma, han participado en el auge del danzón mexicano, cuya ejecución también se escucha con frecuencia en bandas de música, marimbas, mariachis y otros grupos no necesariamente tropicales. Pueden mencionarse sobresalientes -con riesgo de omitir injusta pero involuntariamente a algunos-, entre los de origen cubano: Consejo Valiente "Acerina", Mariano Mercerón y Arturo Núñez. Y asimismo entre los mexicanos ocupan relevante lugar: el ya mencionado Amador Pérez Torres "Dimas", el veracruzano Noé Fajardo, el yucateco José Gamboa Ceballos, el chiapaneco Rafael de Paz, Carlos Campos con su muy particular estilo; Everardo y Juan Córdoba, Agustín Pasos, Marciano Pacheco, José Bojórquez, Macario Luna y tantos más cuya relación resultaría, a la vez que difícil de completar, extraordinariamente amplia.

Entre los danzones más conocidos pueden citarse: "Nereidas" (Amador Pérez Torres "Dimas"), "Pulque para 2" (Gus Moreno), "Mocambo" (Emilio Renté), "Teléfono a larga distancia" (Aniceto Díaz), "Paludismo agudo" (Esteban Alfonzo), "La Negra" (Gonzalo N. Bravo), "Playa Suave" (Ernesto Domínguez), "Acapulco" (Gus Moreno), "Salón México" (Tomás Ponce Reyes), "Acayucan" (Macario Luna) y "Blanca Estela" (Emilio B. Rosado).